Como una consecuencia de su relación con Dios, los creyentes viven una vida pura, no bajo el dominio del pecado (1 Juan 3:3-10). Sin embargo, primero se enfatiza que lo veremos y seremos como él. Siendo que sabemos de nuestra condición actual como hijos de Dios, también sabemos que el futuro será todavía más extraordinario, aun cuando todavía no podamos comprenderlo completamente. El saber que veremos al Señor y seremos como él debería llenarnos de gozo y confianza, y no de miedo y aprensión.
Satanás quería ser como Dios en poder y pudo haber anhelado la adoración de todos los seres creados. Sin embargo, parece que él no estaba interesado en ser como Dios en carácter. Su deseo de ser como Dios en poder no profundizó su relación con Dios, sino que, por el contrario, la interrumpió y la arruinó. Aunque los cristianos serán como Dios, no desean tomar el lugar de Dios. Quieren ser como él en amar a otros, en un servicio abnegado, en mostrar pureza de pensamiento y justicia de acción. Como Jesús nos mostró, ser como Dios es darse a sí mismo totalmente y en forma abnegada para el bien de otros. Jesús vino para mostrarnos cómo es el Padre. “Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (Juan 14:9).